No son todos los que están, pero aquí están reunidos muchos creadores que han reaccionado desde las artes visuales a los últimos sucesos que sacuden Cuba, tras las protestas del 11 de julio. En DIARIO DE CUBA recopilé algunas de esas imágenes que pueden verse en internet. Aquí el recuento:
En Cuba Eisbel Acosta publica en su cuenta de Facebook la que es (en mi opinión) la mejor síntesis gráfica del #11JCuba. Nuestra bandera renació ese día, a pesar de la represión. Como muestra otra obra de Acosta donde Cuba es una tonfa ensangrentada tras las protestas. Dos diseños que sintetizan ese día sin precedentes en 62 años de dictadura.
Ahora que parece que el Covid-19 ya no ocupa toda nuestra atención, e incluso puede que el virus «se haya esfumado», espantado quizás por la fuerza brutal del activismo mundial, resurge un tema de primerísimo orden: el anticolonialismo. No la crisis económica, no las muertes por coronavirus, no la tendencia borreguil con que las sociedades han asimilado las normas impuestas… NO. El anticolonialismo, señoras y señores.
Por ello, rescato este texto que no pensaba publicar (pues en su momento lo escribí y deseché), sobre la obra de un artista español que va en esa cuerda. Creo que cobra actualidad viendo que junto a la ola de lucha antirracista (respetable, claro que sí), se levanta otra anticolonialista (inquietante):
‘España os pide perdón’, obra de Abel Azcona en La Habana, 30 de mayo de 2020.
Cuando vi las fotos de España os pide perdón, de Abel Azcona, pensé que se trataba de una ironía para denunciar la política laxa del país ibérico con el régimen cubano. El estrechamiento de lazos escenificado entre los Reyes de España, el presidente español Pedro Sánchez y el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, obviando así la falta de derechos humanos y libertades que sufren los ciudadanos de Cuba desde hace más de 60 años.
Algunos internautas ironizaron con enfocar la disculpa a que España, y especialmente Galicia, nos legó al padre del dictador Fidel Castro, el origen del mal.
Niños en una escuela en Edimburgo, Escocia. (@alejmordu/Twitter)
Qué nos salva. Qué nos devuelve la calma cuando nuestra mente se agita como barco a la deriva en una tormenta, y sin mapa. No te envenenes con noticias y comentarios, me dice él. No te frustres por lo que no puedes resolver, insiste. Concéntrate en lo que puedes hacer, me aconseja.
Qué puedo hacer. Somos barcos a la deriva de decisiones políticas.
El primer día que escuché cacerolas sonar en mi barrio me alegré. Lo posteé en las redes sociales, y me sumé. Un cubano en Facebook me dijo: “eso no me cuadra”, y yo le argumenté por qué a mí sí. Y esa persona me dijo que no ve sus libertades restringidas como las veo yo. Esa persona tiene derecho a votar y yo no. Solo soy residente en España. Pago impuestos, tengo un hijo español, cumplo las normas, pero ¿a qué tengo derecho?
Cuando logré tener residencia porque me otorgaron asilo político en 2015 –algo que aún poseo–, pensé que, por fin, lograba legalizar mi libertad. Hoy siento que la pierdo lentamente.
Mael paseando por el barrio este domingo 3 de mayo, Día de la Madre en España.
No es que me haya cansado de escribir. Es que apenas tengo tiempo. Han pasado muchas cosas importantes en la última semana. Cosas que merecen más de un post. Pero sigo corriendo tras las horas. Me siento en el sofá a las 11 de la noche, veo de reojo una serie sobre la independencia en Estados Unidos, y escribo o reviso textos de trabajo a la vez. No paro. Trabajo desde el móvil mientras juego con mi hijo, cocino o lo duermo. Veo el telediario a las 9 mientras friego.Desconecto del móvil cuando camino con Mael, porque desde el domingo 26 de abril los niños pueden salir una hora.Seguir leyendo «La libertad, nuestra posesión más preciada»→
Mateo miró la botella de Havana Club que llevaba en la bolsa plástica, subió la vista hacia el balcón y gritó: ¡¡¡¡Negroooooo!!!!! Su grito rebotó en el aire para caer como eco sordo sobre sus oídos. Repitió varias veces y nada. A punto de irse una señora asomó la cabeza desde el balcón.
⎯Señora, ¿Leo se encuentra?
⎯Él ya no vive aquí…
⎯¿Pudiera darme su nueva dirección?
⎯No me la sé.
Calle abajo, Mateo se pregunta cómo es posible que el negro se haya mudado del “pañal», como le decían en los buenos tiempos al cuartico de Centro Habana donde nunca faltaron chicas para el negro y el resto del piquete, él incluido, que no es un conquistador en potencia. Cómo pudo irse y dejar tantas madrugadas clavadas como estampillas pornográficas en las paredes, dibujos que ahora quedaron flotando, sin sentido, sobre las cabezas de otros que ignoran las vibraciones de esas paredes. Seguir leyendo «Adiós, Habana»→
Es sábado y no tengo que trabajar. Para mí los fines de semana sí marcan la diferencia. El trabajo en la redacción es más intenso desde que empezó el avance de la pandemia. Cuando llega el fin de semana “descanso” del constante contacto con noticias sobre el COVID-19. Llega un punto en el que uno entra en una gran saturación de información.
Es sábado y quiero escribir en mi blog, de esto que nos está pasando a todos, de lo que veo por mi ventana, de lo que pienso mientras pasan los días —29 ya encerrados desde que decretaron el estado de alarma en España—.
Es sábado y quiero pasar un rato con mi pareja, tranquilos, en el sofá. Hablar, querernos, ver una serie, tomar cerveza, comprarle algún juguete a nuestro hijo por Amazon —en esta larga cuarentena se agotan las opciones de entretenerlo—. Seguir leyendo «El mejor hombre que conozco»→
“La levadura es el nuevo papel sanitario”, decían hoy en la radio. Es decir, ahora lo que escasea en los supermercados españoles es levadura y harina. Esto se debe, dicen, a que la gente está haciendo pan en su casa.
Imagino a mucha gente experimentando, y sacando del horno unas cosas más o menos comibles, según la destreza del personal. En casa aun no nos ha dado por hacer pan. El otro día L. vino del mercado y me dijo que no había harina, mejor dicho, no había harina barata, Gallo o de marca blanca, que solo vale centavos. Pero sí la que compramos nosotros, que es integral, de trigo sarraceno y vale unos cuantos euros. Con ella hacemos pizza, una vez a la semana, desde antes del confinamiento. Pero hemos aprovechado estos días y le enseñamos al niño a hacer pizza. Mael preparó su propia porción, la vistió con tomate, mozarella, salmón y al horno. Me encantó verlo comerse su propia minipizza, aunque luego, claro, atacó la nuestra. (Lo conté en mis historias de Instagram, allí también relato nuestro aislamiento en imágenes.)
Hoy voy a hablar de mí, sobre todo de mí. Voy a ser egoísta por un momento, en este espacio, el único donde puedo serlo: el espacio en blanco que lleno de palabras. No me importarán los millones de personas que están peor que yo. Las comparaciones son odiosas*, no me comparo con nadie. Se trata hoy de mí, que me pasé todo el sábado limpiando la casa mientras mi marido cuidaba a nuestro hijo, que no quiso dormir su siesta a la hora de siempre, ni tampoco se durmió temprano en la noche, dejándome con cero tiempo para mí en todo el día.Seguir leyendo «Diario de aislamiento, día 15: La individualidad cuando eres madre»→
El miércoles 11 de marzo fue el último día que mi hijo asistió a la guardería (escuela infantil de 0 a 3 años —jardín de infantes en otros países, circulo infantil en Cuba—). Ese día la Comunidad de Madrid cerró colegios y universidades, tanto públicos como privados, para evitar la propagación del coronavirus.
El Gobierno regional adoptó esa decisión después de que la cifra oficial de contagiados se triplicara de 202 a 578 y el número de fallecidos pasara de ocho a 17 en apenas 24 horas.
Pero no se vivía aun un clima de alarma social, aunque ya se notaba el ambiente enrarecido. Ese día, antes de recoger a nuestro hijo en la escuela, mi pareja y yo fuimos a comer en el restaurante del barrio, que siempre está lleno de oficinistas tomando el menú del mediodía, pero apenas había mesas llenas. Los camareros empezaban a pensar que la clientela mermaría.Seguir leyendo «El aislamiento con un bebé de dos años»→
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