Foto: Lien C. Lau, 2014.

Nunca olvidaré el 8 de septiembre de 2007. Hace siete años tomé un avión desde Cuba hacia España. De la ficción de una isla totalitaria a la realidad de un país democrático. Pero a la vez, me convertí en ficción para quienes era realidad: mi madre, mi familia, mis amigos, mis colegas, mis coterráneos. 

El 7 de septiembre de 2007 tomé la salida de emergencia llamada Emigración, y sin saberlo, cada paso era definitivo. Ya no hay vuelta atrás. Han sido años difíciles pero el arrepentimiento momentáneo (fruto de los peores contratiempos) se ha disipado.

Sé que la libertad definitiva sólo llegará, siendo cubana, con la libertad colectiva, pero hoy soy más libre, hoy puedo decirlo. Ya formo parte del sistema. Me costó entrar, pero nunca bajé la cabeza, ni busqué el camino fácil (si ese eufemismo existe); la desesperación no contaminó mi moral y mis ánimos, no claudiqué, no cedí. Y lo conseguí.

Tengo permiso de residencia y trabajo en España por cinco años. Soy por primera vez más libre que nunca antes en mi vida. Por eso no olvidaré este verano. Pero todo tiene un precio. El mío eres tú, Cuba.

De emigrante a exiliado hay una renuncia en el camino

Todos emigran en todas partes. Pero sólo algunos no podemos regresar a nuestro país. O incluso si se regresa, sólo pueden ser unos días, porque «ya no formamos parte de aquel lugar del que huimos».

Algunos pocos casos de retornados (músicos, disidentes y “emprendedores”), no representan a la mayoría de los cubanos que residen en el exterior y que no tienen derecho a vivir en Cuba sin pedir permiso al régimen antes.

Esa es una de las diferencias básicas que más cuesta aceptar entre ser emigrante y exiliado. Cuesta creer que tu país ya no es tuyo más que teórica y sentimentalmente. Simbólicamente.  Cuesta aceptar que tu problema, más que económico, es político.

Recordar es reafirmar

Cuando escribí ¿Qué le espera a un cubano si se queda en España en situación irregular? estaba pasando por un mal momento. A veces a uno le duelen más los golpes que recibe otro si ese otro es nuestra pareja.

Ha pasado más de un año de que detuvieran a mi novio durante 24 horas, en una infesta comisaría de Madrid, por «no tener papeles». Afortunadamente ya los tiene. El camino ha sido largo y tortuoso, y distinto para ambos, pero la finalidad es la misma: obtener ese NIE sin el que eres poco más que un paria en una sociedad que fomenta la democracia. (Qué ironía, ¿no?)

Nunca olvidaremos cuando vivimos al margen. Porque el que olvida el pasado está condenado a repetirlo. Porque quiero que sepan los que aún están en ese trance, que tarde o temprano, se sale. Siempre se sale. Es necesario no perder la fe y las fuerzas. No desesperarse y tener la mente abierta, pero alerta. Recordar que de un lugar peor escapamos, cómo no vamos a sobrevivir en una tierra libre.

Todos los caminos conducen a Cuba

No te vas a librar de Cuba, cubano, cubana. La isla te acompañará en la mirada. Hasta en el rechazo que harás a la cursilería de este texto. Hasta en burlarte de mi “sensibilidad” desbordante. Desbordada. Da igual, serás cubano/a incluso aunque te hagas otra cosa. Aunque lo seas. Piensa en eso. Piensa que eres parte del mapa aquel. Y eres de los más libres, tengas «papeles» o no, te fuiste, escapaste, diste el paso. Algunos te llaman «cobarde», «desertor», y hasta «gusano». Pero tú sabes que eres luchador, sobreviviente, duro y hasta más cubano que esos que te llaman gusano. Al menos decidiste arriesgarte. No lo olvides cuando tu fe flaquee, cuando sientas que no hay salida y recuerdes lo que dejaste, que a estas alturas ya es nada.  ¿Vas a volver al CDR, las calles despintadas, la libreta de abastecimiento, a la mentira cotidiana? Desengáñate, para ti allí no hay nada. Si acaso, futuro, lejana palabra.

Lo mejor de estos siete años es casi todo (incluso cuando no tenía permiso de residencia, que es algo tan reciente que no he sacado ni un pie fuera de la península todavía). Duele reconocer que he vivido cosas increíbles a pesar del dolor. Que he vivido. Que vivo. Que en Cuba moría a diario.

Por eso, de algún modo, tengo también siete años. (La edad de la peseta, ya saben.) Y los cumplo escoltada por mis dos guías: Yemayá, que viajó conmigo, y Oshún, que me abrió la puerta, aquel 8 de septiembre de 2007, cuando llegué a Barajas. (Mi golpe de suerte.) Renací, arrullada por dos vírgenes, de Regla, del Cobre. De España, y de Cuba.

Si la fe existe, también soy yo, que creo en mí, porque creo en el mundo que me acompaña.

Cuba siempre vivirá en ti, exiliado, exiliada. Cuba es tu piel, tu odio y amor al verano, tu disco de Bebo Valdés, tus creencias y vivencias. Los tópicos que desprecian los tópicos y bailan guaguancó con los clichés. Cuba siempre vivirá en ti, en tu nombre y tus apellidos, en el recuerdo de tus veranos perdidos. Cuba siempre vivirá en ti porque es tu amor (no) correspondido, tu cruz y tu karma.

Cuba siempre vivirá en ti, pero tú no puedes vivir en ella porque te/la amas demasiado.