'La República', Capitolio de La Habana.
‘La República’, Capitolio de La Habana. (WIKIPEDIA)

 

El día que la madre de J. moría en La Habana,  sin que él pudiera estar a su lado, la madre de O. tomaba un avión en esa misma ciudad con destino a Estados Unidos, iba a encontrarse con su hijo tras más de dos años de separación. J. lloraba a su madre en España, porque no pudo verla por última vez, y O. sonreía a su madre en EEUU, porque la veía nuevo. Yo pienso en mi madre. En La Habana también.

Hace un tiempo mi novio y yo vimos Regreso a Ítaca, película del director francés Laurent Cantet con guion de Leonardo Padura. L. había vuelto de la Isla recientemente; en sus ojos y en sus recuentos reviví una Cuba que ya no es la mía ni la suya, un país que desconozco y me desconoce, pero al que estoy ligada de por vida.

Ese cordón umbilical invisible es como el que me enlaza a mi madre: un cordón sanguíneo, visceral. Pero ya sé que la «patria» no es la «madre» más que para el héroe/la heroína, más que para el/la patriota, y no para nosotros: los suicidas, los escapistas, los magos, los fugitivos, los omitidos, los distantes, los renegados, los excluidos, los otros. Los de Afuera.

Esa noche lloré con Regreso a Ítaca porque no puedo volver a Cuba. Y esto lo escribo sin una lágrima en mis mejillas, sin una gota rondando mis ojos, sin atisbo de tristeza; lo escribo con la serenidad del condenado por esa causa que defiende, que defenderá hasta morir, por esa causa que es la vida. Su vida. Nuestra vida.

Lloré muchas veces viendo la película, y no porque sea una Gran película, sino porque es un retrato de nuestra vida cubana, otro trozo íntimo y triste de nuestra historia colectiva. Pero ahora no quiero hablar de eso ni hacer crítica de cine (ni dar más motivos a mis detractores para que se burlen de mi sentimentalismo), sólo quiero recordar la escena en que Tania (Isabel Santos) le cuenta a su amigo Amadeo (Néstor Jiménez) cómo decidió dejar que sus hijos se fueran a EEUU mientras ella se quedaba sola en esa isla que, como barco varado, no se inmuta, sigue en mute, su silente dolor latente, entre rimas y titulares, entre sueños y necedades. Nuestro dolor cubano, como ropa interior agujereada y tendida al sol, a la vista de todo el mundo.

 

Amor se escribe con M de madre (o mima)

El año pasado intentamos traer a mi madre de visita a España, mi pareja (que obtuvo la residencia primero que yo) la invitó. La Embajada española en Cuba le negó la visa a mi madre (de 67 años entonces) porque su hija era en ese momento una «sin papeles».

Este año, España cambió de idea porque, por fin, dejé de ser una sombra y entré en el sistema. No regresé a Ítaca, pero la Isla vino a mí; mima y yo volvimos a encontrarnos tras siete largos años de distancia forzada.

La Cuba actual no me pertenece en tanto no me hago responsable de lo que allí sucede porque no formo parte activa de esa sociedad. Pero es mía: ni renuncio ni la dono ni reniego. Me fui, y no quisiera volver mientras exista una dictadura que viole nuestros derechos, pero Cuba es «mía», como es de Amadeo, el personaje que regresa a «su Ítaca» porque sabe que esa es «su casa».

La Habana ya no es mi casa, pero siempre será mi ciudad de nacimiento, mi lugar en el mapa, mi sitio de pertenencia. Allí soy un número, aunque por ahora más bien reste… De la ecuación castrista, de bajar la cabeza, del miedo y la ficción impuesta.

Réstame, yo no formo parte de esa conga, yo no aplaudo la barbarie ni me hago de la vista gorda; me cansé de ver el límite entre el cielo y los sueños, me cansé de los barrotes invisibles sobre mi cabeza.

En el consulado de Cuba en Madrid hace meses un artista cubano protestó porque no lo dejan entrar a Cuba a ver a su madre. Lo hizo por varias semanas hasta que obtuvo una respuesta negativa de nuevo. A. es un cubano que vive en un país libre y le niegan entrar a la cárcel donde nació y donde aún vive su familia.

¿Quién tiene derecho a separar a una madre de sus hijos?

Por todas las madres cubanas y sus hijos, ojalá la dictadura castrista llegue pronto a su fin. Libertad para Cuba, la madre de todos los cubanos.

 

 

[Este 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, algunas Damas de Blanco y opositores cubanos intentaron exigir sus derechos (y los de todos los cubanos) en el corazón del Vedado habanero, fueron agredidos, insultados y arrestados, como cada año. Ojalá un mañana donde no haya que exigir nuestros derechos sino celebrar que los tenemos. Lamentablemente ese día tampoco es hoy.]