
Qué nos salva. Qué nos devuelve la calma cuando nuestra mente se agita como barco a la deriva en una tormenta, y sin mapa. No te envenenes con noticias y comentarios, me dice él. No te frustres por lo que no puedes resolver, insiste. Concéntrate en lo que puedes hacer, me aconseja.
Qué puedo hacer. Somos barcos a la deriva de decisiones políticas.
El primer día que escuché cacerolas sonar en mi barrio me alegré. Lo posteé en las redes sociales, y me sumé. Un cubano en Facebook me dijo: “eso no me cuadra”, y yo le argumenté por qué a mí sí. Y esa persona me dijo que no ve sus libertades restringidas como las veo yo. Esa persona tiene derecho a votar y yo no. Solo soy residente en España. Pago impuestos, tengo un hijo español, cumplo las normas, pero ¿a qué tengo derecho?
Cuando logré tener residencia porque me otorgaron asilo político en 2015 –algo que aún poseo–, pensé que, por fin, lograba legalizar mi libertad. Hoy siento que la pierdo lentamente.
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