
Hay cosas que nunca diremos, pero nos morimos de ganas por decirlas. Como si revelarnos fuera dar fe de nuestra existencia. Diariamente. Por eso miles, centenares, millones de personas ahora mismo escriben sus biografías instantáneas en el ciberespacio. Atestan la web con sus blogs-diarios donde cuentan y recuentan el tiempo hora tras hora, sin pudor del silencio.
Intentan construir una visión nueva de sí mismos, porque nadie escribe nunca la verdad, ni siquiera la propia. Toda verdad subyace en el terreno de lo inmediato, eso piensa Muñequita, para quien la verdad es lo incontable, lo que no se puede llevar a la literatura ni al arte, lo que nadie puede osar tocar con la punta de la lengua. La verdad es un secreto. El silencio es su custodio fiel, su amante a sueldo, su verdugo piadoso.
En realidad no nos hace falta la verdad. Sería la perdida de esa sensación unitaria de consabida diferencia, ese ahínco en ser distintos, en expresar y reescribir nuestras vidas como si fueran obras de teatro magistrales.
Con la verdad se terminarían los epistolarios, las conferencias, las novelas, la prensa y los versos. El mundo prescindiría de tantas cosas que lo hacen imperfecto y maravilloso, que sería una pena, una verdadera pena vivir. Más de lo que es ahora, te lo aseguro, sentencia Muñequita en su diario, con fecha y hora, para la posteridad, escribe maliciosa.
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De la serie ‘El libro de Muñequita’, en proceso. Lien Carrazana Lau. 2008.
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