Brainstorming
El lenguaje, esa arma de doble filo. Lo que se piensa y cómo se traduce en palabras. Llevo días bloqueada por las palabras que no tengo, para escribir algo que no escribo. Días donde la tormenta de ideas o su vacío me dejan muy cansada como para forzarme a escribir.
Luego resulta que cuando pongo la cabeza en la almohada -a eso de las cinco, soy noctámbula no lo puedo evitar-, cierro los ojos y estoy hablando, contando párrafos enteros, escribiendo mentalmente alguna idea que deseo compartir con mis congéneres… -nunca me ha gustado esa palabra, suena rara- Qué hay mi congener, que vuelta el mío… Se imaginan qué absurdo, pero si digo: Asere, ¿qué bolá? La cosa cambia ¿verdad? Claro, siempre habrá quien diga: «Qué vulgar saluda la juventud cubana de hoy, en mi época…»
Chateando con un amiga mexicana bastante cubanófila –viajes a la Cuba de a pie incluidos- me hizo gracia su pregunta ante mi frase: «estoy mortal» ¿Y eso es bueno o malo?, suena a malo, me dijo riéndose, entonces le expliqué que era buenísimo, más que bueno, estar mortalmente bien; ahora que lo pienso, ¿qué fatalistas somos? Qué si ‘Patria o Muerte’, que si ‘vamos a matar jugada’, ‘estoy muerto contigo mami’…
Siempre me han acusado de esnobista por el lenguaje, nunca dije ‘que pasa, che’ porque está completamente fuera de lugar, pero cuando tenía 16 años cometí el pecado de llevar una camiseta con el Che, algo que erradiqué a los 19, por suerte. En esa época de canciones trovadorescas y mal gusto latinoamericano pocos escaparon de semejantes deslices. El lenguaje sufrió lo suyo, pero ya en La Habana de hoy casi nadie se hace el argentino –sólo Manu Chao, ‘perdido en un campo de lechugas’, o algún rapero cubano despistado que no ha tenido acceso a la verdadera cara del Che Guevara, que no es precisamente la de Benicio del Toro-.
La gran mayoría de la juventud cubana es pro yanki. A la gente le gusta todo lo que viene de la yuma, desde el rock all roll hasta el trasero de Beyoncé, la bebida del enemigo o la marca Adidas –empezando por Fidel Castro y terminando por mis vecinos de la Habana Vieja, en el solar, pero con unos buenos tenis nike-. No me tocó afortunadamente la época de aprender ruso –que me perdonen los rusólogos, pero en ese mundo sólo veo un estigma que aún pagamos los cubanos-, el inglés como idioma de estudio desde primaria no sé si lo instauraron por aquello de conocer al enemigo, pero es obligatorio en toda la enseñanza cubana por la que pasé, aún así no aprendí mucho más que Thanks y Sorry. Sin embargo, alguna palabra en inglés se me va en un texto o conversación, porque es justo en ese idioma como debe ser dicho –las artes visuales tienen mucho que ver en eso, y el mundo de Internet después-. En La Habana mis amigos me criticaban que en un cuento usará: chica en vez de muchacha o aparcamiento en vez de parqueo. Viviendo en España he tenido que adoptar algo del léxico español porque sino quién me va a entender en Madrid si digo: ¿dónde se coge la guagua? Eso para dejar por descontado que expresiones como: Córrete por favor… para que alguien se aparte en el metro, mejor no decirlas.
Mis amigos en Estados Unidos se mofan cuando suelto algún joder, hostia; piensan que pronto hablaré con la z. Pero ahí les saco mi acentazo cubano que no hay zeta que lo desvíe. Y les increpo, ¿acaso ustedes no hablan en inglés, piensan en inglés? No es lo mismo, me dicen algunos… pero lo cierto es que a Shaggy se le van sus you knows y tengo que decirle: mijo, me estás hablando en inglés y no entiendo ni papa.
Admiro profundamente a la gente bilingüe, ni decir a los que hablan cinco o seis idiomas, pero sobre todo admiro a la gente que logra sobreponerse a sus circunstancias y empezar de nuevo, hasta para aprender a comunicarse.
Pero a esos que arrastran la z con tal de integrarse, una vez más les digo: ‘Te entiendo, pero no te comprendo’. A mí, si me aceptas, acéptame cubana, es lo que hay. Integrarse no es renunciar a sí mismo.
Hacerse el sueco o hablar en chino
A veces se habla el mismo idioma y no hay comunicación. El entendimiento común es un reto muy elevado para la individualidad y un enemigo para el egoísmo. Ante la incomprensión defiendo el beneficio de la duda, hoy no nos entendemos, pero puede que no sepamos explicarnos bien. Eso sí, cuando salta a la vista ‘que no hay vuelta de hoja’, que no hablamos el mismo idioma, en ese punto no hay necesidad alguna de hacerse entender, cada uno ‘tun turun tun’, donde no es posible un diálogo el monólogo es patético.
Hablar a la misma vez es ruido
Y lo peor del ruido es que crea rechazo de principio. El ruido no tiene la virtud de una canción evocando estancias, sensaciones. No hay un discurso claro y contundente que te conduzca, no hay viaje. El ruido es caos. ‘Diálogo de viejas sordas’, decimos en clave de oficina.
Palabras, ¿nada más?
A veces creo que estamos sobredimensionando el espacio virtual y el uso que hacemos de él. I love Internet, pero el mundo está de la tapa del portátil para afuera, aunque cuando lo cierro tengo la impresión de estar cerrando la única ventana por donde me asomo a Cuba. Supongo que del otro lado alguien piensa como yo. Para otros una ventana virtual es lo único que les conecta al mundo real.
Mis palabras, hechas de las mismas letras que otras, portadoras de ideas que ‘cualquiera puede escribir’, comunes cuando eso puede ser sinónimo de comunicación, si logran ser un espejo donde también tú te miras, vale la pena (es)forzarse en traducirlas de la mente a la tipografía. Bloggear es conversar a distancia, para que las palabras no se las lleve el viento sin que hagan eco.
La vida antes de internet
Era, como explicarlo, era… Vivir a ciegas. Desde la Isla es imposible ver claramente, una neblina de desconocimiento bordea el malecón real y virtual. El mundo es una película de Hollywood que no has visto, pero que te han contado como les ha dado la gana… Depende de quién te lo cuente, o cómo te hagan el cuento, y de cómo logres lidiar con eso y tu realidad. Incluso teniendo internet, la niebla sigue, porque el mundo hay que pisarlo para conocerlo, porque viajar es un derecho, en la realidad y en el ciberespacio. La vida sin viajar es encarcelamiento. La vida sin información es analfabetismo.
No hay peor ciego
Que el que sólo se ve su nariz, y si la tiene larga como Pinocho: agárrate que lo que te va a poner es un 20 de mayo, te va a dormir con su tejemaneje y no vas a entender ni pío, vas a pasar de él olímpicamente o te vas a dejar dormir en los laureles; tú no eliges, por ti lo hace el que más canta y baila.
El que no quiere ver es feliz en su ceguera, como felices los masoquistas que piden azotes a su dominatriz. La única elección que ha hecho ha sido anularse. A la aglomeración de individuos de igual tesitura suelen mal llamarles pueblo y utilizarles para cualquier propósito.
OnSelf
Después de esto, si todavía estás con vida leyendo este exabrupto de mi lenguaje, este post-escrito, post-literario, post-post diría Orlandito –y sus detractores a coro ‘ay ya empezó…’- y yo agregaré postdata: cuida tu language, pero sobre todo el que te identifica, lo que dice cómo eres = cómo piensas, you know.
Porque no es lo mismo: ¿Me entiendes?, esa muletilla que repiten los jóvenes en La Habana y que a mí se me ha quitado –no descarto que tenga otras nuevas vale–, ya no me preocupa que me entiendan o no, ahora lo importante es hablar mi propio idioma, los que tengan que entender, lo harán. El resto, que se fuña, como dice Miguelito Cuni.
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