Ilustración de Lien Carrazana Lau, 2021.

Un día como hoy, hace dos años, estaba en esta misma cocina, desde donde escribo, cuando recibí esa llamada de mi prima desde Matanzas. Mami había muerto. Ahora no recuerdo mi última conversación con ella… Y cuando lo pienso, salgo corriendo a WhatsApp para guardar todo lo que queda ahí, nuestras conversaciones, su mensajes de voz —que todavía no puedo volver a escuchar— y las fotos y videos que nos intercambiábamos. 

La última foto que vio de su nieto fue el 10 de julio de 2021, un día antes de las protestas del 11J. “Asalvajado”, le puse en el mensaje. Mael iba descalzo caminando por un banco de ladrillos de la urbanización donde vivimos en Madrid. “Parece un niño de la Habana Vieja sin zapatos”, me dijo mamá, y con ella no sabías bien si era una crítica o una frase hecha. Decía lo que pensaba y ya. Pero también callaba. Su silencio guardaba decisiones de las que no nos hacía parte. Mi madre se acostumbró a vivir con ella misma, sobre todo con ella misma.

Hoy se cumplen dos años después de su fallecimiento, sin que yo pudiera estar a su lado porque no solo la distancia, la pandemia y su enfermedad nos separaron, ya lo había hecho la política y el exilio; la dictadura, en resumen.

Mamá, cuánto te echo de menos. Da igual que no estés aquí para leerlo, estas palabras son para ti, en tu memoria, amor eterno.

No puedo escribir más. Lo he intentado todo el día. Mi hijo ya duerme, en la calle los ecos de las voces suben hasta el cielo. El día se acaba. Pero logré revertir la tristeza. Logré llorar y reír en los mismos lugares donde están las cicatrices de los recuerdos. Otro día escribiré. Hoy no puedo. 

Mejor que se haga la noche en el poema.


EL SUEÑO DE MI MADRE

Es de noche y  mi madre duerme.

Parece que el mundo cabe

dentro de su sueño.

Afuera, el tiempo pasa.

¿Habrá manera de retener el tiempo? 

¿Un segundo?

Guardar lo grato de esta noche.

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lo feo

lo sucio

lo gris

que nubla los ojos

y agrieta mi hoja de papel.

Lo gris: 

que muerde las paredes

crea muros

nos separa.

Puede que el tiempo

⎯como el sueño de mi madre⎯

sea sólo ese momento finito

y por suerte 

también pase:

lo gris

en algún instante

que aún no llega.

«El sueño de mi madre», Lien Carrazana Lau, La Habana, 2007.

*La ilustración forma parte del libro «Amor se escribe con M de muerte», que se publicará próximamente con la editorial Hurón Azul.