Día de la Madre
Madrid, 11 de mayo de 2014, 10:32 am.
Desperté sobresaltada. Tuve una pesadilla con mi madre. Casi nunca cuento esas pesadillas. Ni a mi pareja, que se despierta, me mira y me abraza. «Es sólo un mal sueño». Pero no lo contaré. No puedo impedir que surjan esas cosas que convierten un sueño en pesadilla. No puedo «no soñar».
No pude hacer nada el año pasado cuando mi madre caminaba frente a la tienda Isla de Cuba, el asfalto estaba roto, y resbaló. No pude hacer nada que no fuese llorar cuando supe que estaba accidentada, tendría que operarse de la vista y yo no podría estar ahí para cuidarla porque mi condición de inmigrante irregular, ilegal, irreal… me impide salir de España.
Seis años «sin papeles» dan para varias páginas… Pero sólo quería levantarme pronto para escribir un correo a mi madre y desearle «feliz día».
En seis años sin vernos nos escribimos a diario. Este año mi madre está bien. El fantasma del accidente está lejos y ella vuelve a ser tan activa como siempre. Su voz al teléfono me hace sonreír.
Esta mañana lloré mientras preparaba el desayuno, y deseé ser madre como ella para tener alguien que me quiera tanto como yo quiero a mi madre. Pero supe enseguida que me equivocaba, porque yo querría desmesuradamente a ese/a hijo/a, tanto como mi madre me quiere a mí. Con un amor imposible de etiquetar, medir, encapsular en palabras. Gracias, madre, por quererme así.
El sueño de mi madre
Es de noche y mi madre duerme.
Parece que el mundo cabe
dentro de su sueño.
Afuera, el tiempo pasa.
¿Habrá manera de retener el tiempo?
¿Un segundo?
Guardar lo grato de esta noche.
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lo feo
lo sucio
lo gris
que nubla los ojos
y agrieta mi hoja de papel.
Lo gris:
que muerde las paredes
crea muros
nos separa.
Puede que el tiempo
⎯como el sueño de mi madre⎯
sea sólo ese momento finito
y por suerte
también pase:
lo gris
en algún instante
que aún no llega.
Lien C. Lau, La Habana, 2007.
La china fuera de la Caja 
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